A paso de cangrejo by Günter Wilhelm Grass

A paso de cangrejo by Günter Wilhelm Grass

autor:Günter Wilhelm Grass [Grass, Günter Wilhelm]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2002-01-01T00:00:00+00:00


6.

Dice que mi relato tiene vocación de novela corta. Un juicio literario que no puede preocuparme. Yo sólo informo: aquel día que la Providencia o algún otro creador de calendarios había prescrito al barco como último se anunciaba ya el hundimiento del Gran Reich Alemán: había divisiones de británicos y americanos en la zona de Aquisgrán. Es cierto que el resto de nuestros submarinos anunciaban el hundimiento de tres cargueros en el Mar de Irlanda, pero en el frente del Rin aumentaba la presión sobre Colmar. En los Balcanes, en la zona de Sarajevo, se intensificaba la actividad de los guerrilleros. Se trajo desde la Jutlandia danesa a la segunda división de soldados de montaña, para fortalecer sectores del frente oriental. En Budapest, en donde el abastecimiento empeoraba a diario, el frente estaba delante mismo del castillo. Por todas partes quedaban muertos de ambos bandos, se recogían chapas de identificación y se repartían condecoraciones.

¿Qué más sucedió, salvo que las anunciadas armas milagrosas no aparecieron? En Silesia se pudo rechazar los ataques ante Glogau; en torno a Posen, en cambio, la situación se agravó. Y en Kulm unidades soviéticas atravesaron el Vístula. El enemigo se abrió paso en la Prusia oriental, hasta Bartenstein y Bischofswerder. Desde Pillau se había conseguido hasta aquel día, que en sí no tenía nada de especial, embarcar a sesenta y cinco mil civiles y militares. Por todas partes se realizaban hechos heroicos merecedores de un monumento; se anunciaban otros. Mientras el Wilhelm Gustloff se acercaba en su rumbo hacia el oeste al banco del Stolpe y el submarino S 13 seguía hambriento de presas, mil cien bombarderos cuatrimotores enemigos entraron en acción en un ataque nocturno, en la zona de Hamm, Bielefeld y Kassel, y el Presidente norteamericano había dejado ya los Estados Unidos; Roosevelt se dirigía a la Conferencia de Yalta en la península de Crimea, en donde aquel hombre enfermo quería reunirse con Churchill y Stalin para preparar la paz mediante el trazado de nuevas fronteras.

Sobre esa conferencia y la posterior de Potsdam, cuando Roosevelt estaba muerto y Truman era Presidente, encontré páginas de odio en Internet y un comentario más bien casual en la página web de mi omnisciente hijo: “De esa forma despedazaron nuestra Alemania”, con un mapa del Gran Reich Alemán que mostraba las zonas perdidas. A continuación especulaba con los milagros que hubieran podido ocurrir si los jóvenes marineros, cuya formación casi había terminado, hubieran llegado felizmente, a bordo del Gustloff a su puerto de destino en Kiel y, como tripulación de los doce o más submarinos de la nueva clase XXIII, fabulosamente rápidos y además casi silenciosos, hubieran entrado con éxito en acción. Hechos heroicos y comunicados especiales hubieran sido su deseo. Eso no quiere decir que Konny conjurase a posteriori la victoria final, pero sí que estaba seguro de que a aquellos jóvenes submarinistas, incluso aunque los maravillosos submarinos hubieran sido destruidos por cargas de profundidad, les hubiera gustado más aquella muerte que ahogarse lastimosamente a la altura del banco del Stolpe.



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